Qué Pasa y el Acuerdo Marco
La revista Qué Pasa acaba de publicar un artículo de opinión del académico Carlos Osorio sobre el acuerdo marco (con un débil contrapunto de Angel Jimenez de Luis).
Primero, el artículo propaga un mito conocido:
Por un lado, el gobierno y Microsoft dicen que el acuerdo sólo es un marco de entendimiento en que MS hace una donación a Chile en el contexto de responsabilidad social empresarial y el gobierno se compromete a actuar de contraparte.
¿Pero es esto una donación, cuando se implementarán tecnologías de Microsoft que tarde o temprano requerirán pago de licencias?¿Y considerando que el gobierno se compromete a promover soluciones tecnológicas de Microsoft, y ayudar en su implementación? Interesante es también que Osorio omite elucubrar sobre los costos que conllevan el «compromiso a actuar como contraparte» por parte del gobierno. Tendremos, supongo, que averiguarlo a medida que el acuerdo se vuelva realidad.
Pero no tan rápido, nos dice el Dr. Osorio:
Aquí nace parte del problema. El pacto establece que «nada en este Acuerdo será interpretado como estableciendo una sociedad, joint venture (en Chile, similar a la unión transitoria de empresas), agencia, empleo u otra relación similar entre las Partes» … El acuerdo no obliga a Chile.
Este argumento sigue siendo un misterio para mí. Después de un tiempo (indeterminado) de gestación, la conferencia de prensa anunciando el acuerdo, la firma del ministro en el documento, la defensa del acuerdo en la prensa, etc., ¿hemos de suponer que el Gobierno no tiene intención de cumplir su parte del trato? Eso no suena muy serio.
El artículo continúa arguyendo que el acuerdo fue anunciado, y por lo tanto no hay secreto. Ya contesté este punto, pero vale la pena repetirlo: el publicar el acuerdo es condición necesaria, no suficiente, para considerarlo transparente: es el proceso que lleva a la firma de estos acuerdos el que debe ser justificado, público e incluir a todos los actores relevantes.
El Dr. Osorio insiste en que el acuerdo no implica que el Estado este obligado a usar productos Microsoft. Este punto hay que concederlo, porque nadie le está poniendo una pistola en la cabeza a nadie. Por supuesto (y esto el autor debe saberlo bien), el asunto es más sutil: si una pequeña municipalidad tiene que elegir una solución para un portal en la red, y el Gobierno esta promocionando un producto de Microsoft: ¿Esta seriamente el Dr. Osorio sugiriendo que la dicha Municipalidad no usará esa solución?. Lo mismo aplica a otros puntos del acuerdo.
Y al final, el artículo termina con una lección (gratuita, por suerte) para los críticos del acuerdo:
Esta pequeña tormenta es un botón de muestra de un desconocimiento en el tema que a pocos les pareciera importar. Éste se debe a falta de información, pero, más importante aún, a falta de capacidad y educación para entender tecnología, estrategia y política tecnológica. Lo anterior, unido a la tendencia cada vez más común en Chile de importar la opinología desde la farándula a la política, no augura buenos resultados.
Y el mensaje es claro: debemos entender que las decisiones sobre la estrategia digital del país se las tenemos que dejar a expertos como el Dr. Osorio (que asesoró al gobierno durante la gestación del acuerdo), y que de las cientos de opiniones y reacciones que ha generado el acuerdo no se puede sacar nada en limpio: es farandulismo. Porque no solo somos ignorantes, nos dice este académico, sino que tampoco tenemos la «capacidad» y la «educación» para entender estos temas.
No tengo duda de que el Dr. Osorio es un excelente profesional y que su experiencia nos será muy valiosa a medida que definimos nuestra estrategia digital. Pero creo su artículo traiciona una forma de entender la política pública en que las cosas se hacen a puertas cerradas, despreciando las opiniones de los ciudadanos comunes y corrientes, y asumiendo que un pequeño grupo de tecnócratas, burócratas y empresarios pueden decidir por el resto de nosotros. Esperemos que el Congreso entienda este punto mucho mejor.