En la primera parte de esta serie, argumenté algo bastante obvio: que AtinaChile quiere ser movimiento social, no un sitio social. Pero una exploración de las actividades del movimiento indican que no lo han logrado, y que incluso sus fundadores lo entienden así.
Las Reglas de Juego
No hay que escarbar mucho en el sitio de Atina para darse cuenta de que ésta es una operación muy bien controlada. En las reglas del sitio, los fundadores del sitio rayan la cancha. Bajo la bandera de las «nuevas conversaciones», el diálogo respetuoso y otros valores loables, se invita a los participantes a apoyar los documentos fundacionales del movimiento, que como veíamos antes, son una oda a la participación abierta en un nuevo Chile democrático.
La democracia, sin embargo, dura poco. Dentro de AtinaChile existe el llamado «grupo web», que no solo controla que se publica y que no en la página principal, sino que deciden que es aceptable tener en el sitio:
- El Equipo Web de Atina Chile consiste en un grupo de personas que vela por la integridad del sitio y de sus participantes, y tiene la facultad de desactivar y/o mover posts y comentarios que no se adscriban a estas reglas.
- Asimismo el Equipo Web se reserva el derecho de desactivar a aquellos usuarios que decididamente no están con la disposición de acatar estas normas.
Aunque es poco claro quién elije -no es claro que son elegidos tampoco- a estos AtinaPacos, esta claro que son inmensamente poderosos, pudiendo censurar y expulsar a cualquier miembro después de mandar tres emails de advertencia. A diferencia de comunidades «trabajadoras» como la Wikipedia, AtinaChile parece haber elegido la vía más segura del control del contenido desde arriba, en vez de dejar que los participantes mismos lo construyan.
Tiempo de Campañas (Y sin moverme de mi escritorio)
Si hay algo que gusta en AtinaChile, son las campañas. De todo color, forma y objetivo. Da lo mismo lo que sea, mientras tenga «campaña» en frente: campañas para telefonía movil de calidad, por la alimentación sana, para aprender italiano, para tener manos limpias en Chile, por un nuevo Valparaíso, y un larguísimo etc.
La inmensa mayoría de estás campañas son voladores de luces que empiezan, sospecho, en el cerebro de algun «atinador» entusiasta, arrastrado por la noble idea de generar cambios y la facilidad de escribir un artículo en el sitio. El agotador y largo trabajo posterior que llevaría al éxito a la gran mayoría de estas campañas es otro cuento. Muchas de ellas requerirían consistencia y enfoque, un esfuerzo que solo un movimiento con una concentración y una energía importante podría lograr (vease de nuevo la Wikipedia).
Pero la energía de AtinaChile (que no es poca) se gasta en vez en conversaciones. En aplausos a los organizadores, en darles consejos, en diseñar carteles. AtinaChile es una cacofonía de autocomplacencia, donde los participantes crean un nuevo lenguaje alrededor del verbo «atinar». Fuera del sitio, pocas cosas cambian como resultado del esfuerzo de los 38000 (!!!) miembros del sitio. Y eso es porque, simplemente, la inmensa mayoría de esos miembros simplemente no hacen nada.
En su esfuerzo de incluir y darle espacio a todos, AtinaChile se olvida distinguir entre el hablar y el hacer. Se quiere convertir, como le explico Jorge Dominguez a El País, en «el gran educador del país», pero ha creado una comunidad conversadora, no trabajadora, en que la misión queda en el papel. Y por lo tanto, tiene poco de movimiento social, y mucho de club social. Un club que, pese a sus presuntos valores demócraticos, ha atraído a figuras como un sobrino de Pinochet, que uso AtinaChile como tribuna para la creación de un partido (la APU, o Acción Pinochetista Unitaria), nacido para preservar la obra del ex-Dictador y asesino. Por suerte, es probable que la APU siga el camino de las otras campañas, y quede en nada.
El Factor Flores
Es difícil hablar de AtinaChile sin mencionar a su fundador, Fernando Flores. Esa denominación no le hace justicia, sin embargo. El senador no solo es fundador, sino inspiración permanente del «movimiento». Flores se ha autodenominado el pionero de una nueva sociedad tecnófila en Chile, basada en las nuevas conversaciones y una sociedad abierta, aunque el senador da un ejemplo muy pobre en su propio blog (propio en el sentido que lo financia, no que lo escribe), donde opiniones o puntos de vista brillan por su ausencia.
Y la relación mesíanica entre Flores y AtinaChile es clarísima. Los pocos afortunados que están en su círculo inmediato tienen la suerte de poder seguirlo alrededor del mundo mientras pontifica sobre la forma de usar blogs y contruir empresas alrededor de su uso. Flores tiene en AtinaChile la máquina perfecta: gracias al número de participantes y sus infinitas campañas, AtinaChile se convierte en el estándarte de una nueva política, pero siempre estando bajo el control férreo de unos pocos.
Y si quedan dudas del rol mesíanico de Flores en AtinaChile, no hay más que revisar la última entrega de los Premios Atina 2006: el ganador del «Premio Fernando Flores», creado por el «Equipo Web» (que era candidato al mismo premio, ejem) fue… Fernando Flores.
¿Y ahora qué?
La historia de AtinaChile ha sido de mucho ruido y pocas nueces, pero una de la que sus fundadores parece han aprendido. Tal vez influenciado por el desprestigio de la contínua autoreferencia y la obvia (aunque no explícita) calidad de plataforma política de AtinaChile, el senador ha decidido refundar en un proyecto directamente político. Aunque AtinaChile le seguirá prestando el valioso servicio de poder decir «a mi me siguen muchos jóvenes», el senador está ya buscando nuevo territorio, y esperemos que en su nuevo intento los resultados sean más concretos.
AtinaChile, en cambio, seguirá siendo esa extraña comunidad cada vez más desconectada de sus intenciones, y más parecida al gallinero más grande de la red criolla.