martes 04 de agosto, 2009

Apple vs. el Diccionario

No he comentado mucho sobre el desastre de leyenda que es la «App Store» que usa Apple para vender programas para iPhones. En parte, bueno, porque no tengo un iPhone, y en parte porque supongo que a la gente que los posee les debe importar poco la arbitrariedad que está mostrando Apple ((recordemos que la primera versión del iPhone no traía copiar y pegar, pero que después los dueños de iPhone recibieron en una actualización como la segunda venida de Cristo.)), pero esto ya está pasando de lo torpe a lo ridículo:

Apple ha censurado un diccionario de Inglés.

Un diccionario. Un libro de referencia. Para palabras contenidas en todos los diccionarios razonables. Para palabras contenidas en diccionarios que son usados todos los días en bibliotecas escolares y salas de clases.

Suena a chiste, pero no, Apple ha obligado a unos los  vendedores-desarrolladores de una aplicación que permite consultar un diccionario a censurar el mentado diccionario y sacarle las palabras «sucias».

Esto es Apple dejando que su amor por los detalles se convierta en trastorno obsesivo-compulsivo. Y con un buen toque del Gran Hermano.

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sábado 01 de agosto, 2009

El Cometa Halley de los Podcasts…

Si usted se levantó hoy en la mañana y tuvo una sensación de que algo raro iba a pasar hoy, tenía toda la razón. CircoBit, el podcast de tecnología y derecho, ha resurgido de sus cenizas para conversar sobre el futuro del periodismo en la red:

Saludos a todos.

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jueves 23 de julio, 2009

Financiando el Periodismo

Ayer estaba escuchando el análisis que los muchachos de Mediapolis hacían sobre la idea del New York Times de cobrar por acceso a su sitio web. Independiente del mérito que uno crea que tiene la idea (resumen: no es muy buena, y no va a funcionar), fue interesante escuchar el podcast por la reiteración de ciertas ideas que son prevalentes en los interesados en los medios digitales, y en particular en los periodistas.

El razonamiento es más o menos este: la gente solía pagar por el diario, pero Internet ha malacostumbrado a la gente a no pagar por el contenido, y esa es la razón fundamental del peligro en que están las empresas periodísticas tradicionales. Y a pesar de lo simple y obvia que parece, esta lógica está profundamente errada. Y concentrarse en convencer a la gente a que debe pagar por las noticias es una pésima idea.

Lo primero, y sin intención de ofender, es que la gente nunca ha estado dispuesta a pagar por el trabajo de los periodistas. Al menos no el precio que costaría pagarlo en su totalidad. Cuando la gente compra el diario, no esta pagando más que una fracción del costo de producirlo. Los diarios usan su circulación para vender publicidad o avisos clasificados, lo que a su vez les permite vender su producto al público bajo el costo de producción.

Además, es interesante que al discutir esta supuesta idea de la cultura «Free» que es exclusiva en Internet, los periodistas de la prensa escrita parecen olvidar como han funcionado las otras ramas de la prensa. Si en alguna parte se acostumbró la gente a no gastar dinero por noticias fue no frente al computador, sino en sus living rooms, donde hace muchas décadas, y después de una pequeña inversión en un aparato, podían recibir televisión y radio en forma gratuita.

Gratuita no, en realidad. El público paga con atención, que los medios venden a los avisadores. Es decir, el modelo «Free» de Chris Anderson ha existido por mucho tiempo, pagando por años y años de periodismo. Los diarios no eran muy distintos, aunque el modelo de negocios es un híbrido entre el de la Televisión y el de otros «productos» más tradicionales (la heladería de la esquina, digamos). 

Y no es que los medios tradicionales estén fallando en atraer la atención del público digital (el NYT tiene más lectores hoy que nunca en su historia), sino encontrar modos de transformar esa atención en dinero (nada nuevo bajo el sol). Es difícil saber si el camino a la supervivencia pasa por transformarse en organizaciones más pequeñas y más capaces de evolucionar, o quizás es cosa de sobrevivir una transición a un mundo en que los auspiciadores no tendrán más remedio que pagar más a medida que la gente más joven, que hoy no lee en papel, se convierta en los cuarentones con plata.

Pero sea como sea ese camino, es poco probable que pase por una Internet con contenido pagado, que contrario a lo que creen muchos, no solo no es análoga a la prensa tradicional, sino que es una idea revolucionaria que desafía todos los modelos existentes.

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