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Kaiser, un ejemplo para Chile

jueves 25 de julio, 2013

No había tenido oportunidad de comentar, hasta ahora, la [columna de Axel Kaiser](http://www.elmercurio.com/blogs/2013/06/18/12722/La-educacion-no-es-un-derecho.aspx «El Mercurio.com – Blogs – ¡La educación no es un derecho!») sobre la educación en Chile, y la mucho más interesante entrevista que [le dio a The Clinic](http://www.theclinic.cl/2013/07/11/axel-kaiser-se-defiende-por-beca-friedman-y-hayek-tambien-estudiaron-con-recursos-publicos-y-nadie-les-dijo-nada/ «Axel Kaiser se defiende por beca: Friedman y Hayek también estudiaron con recursos públicos y “nadie les dijo nada” » The Clinic Online»), en la cuál defiende sus opiniones ante la aparente contradicción de estar realizando un doctorado (con fondos públicos) en una universidad alemana (también pública). Pero después de leerlas, creo que es claro que Kaiser es un excelente ejemplo de lo que deberíamos hacer en Chile.

Aunque causó mucho escándalo, la columna de Kaiser no es más que la repetición del mantra neoliberal de rechazo a los derechos colectivos y sociales en favor de los derechos individuales ((típicamente, estos últimos están limitados a la propiedad y la libertad como ausencia de coerción.)). En ese marco, la educación es, como dice Kaiser, parte de «los bienes económicos por definición [que] son escasos y satisfacen necesidades o deseos.» Con esto, simplemente reitera la ideología que nos trajo mucho de la Constitución del 80 y el sistema educacional chileno de las últimas décadas. Nada nuevo bajo el sol ((Quizás no muy sorprendente, dado que su tesis de doctorado se titula «Jose Piñera and the American philosophical foundations of the Chilean free market revolution» – José Piñera y las fundaciones filosóficas Norteamericanas de la revolución Chilena del libre mercado.)).

Afortunadamente, en la mayoría de las sociedades modernas la educación es parte de una concepción del individuo y la sociedad que es más amplia y que incluye la capacidad de autodeterminación y autorrealización, y por lo tanto no puede ser reducida a una serie de transacciones comerciales.

Quizás, entonces, lo más interesante es explorar la experiencia de Kaiser no vía sus columnas, sino en el mundo real, donde armado de su teoría neoliberal navegó el sistema educacional. Kaiser nos dice de su beca financiada por fondos públicos en Alemania que

> Estoy efectivamente obteniendo un beneficio en un sistema que está diseñado de una manera que yo sería partidario de cambiar en parte. Pero creo que sí es consecuente, porque al final tú vives en el mundo en el que estás y tienes que jugar con las reglas del juego que existen.

El argumento ocupa un espacio entre lo insultante y lo absurdo. Si hay alguien en este país que tiene la opción de elegir las «reglas del juego» con las que vive es un miembro de la ínfima minoría (en la que me incluyo) que ha tenido la suerte de estudiar un doctorado fuera de Chile. Nadie lo obligó a ir a estudiar a esa *pesadilla estadista* que es una Universidad pública alemana, donde los recursos son tan abundantes que están dispuestos a financiar a un estudiante sudamericano para que realice un doctorado en «Estudios Americanos». Sin duda, podría haber elegido por ahí alguna Universidad con fines de lucro y haberse financiado los estudios con un préstamo de un banco (como lo hacen muchos Chilenos).

Más aún, nos dice, la beca que lo financia es una solución de mercado, porque

> En general en las becas más competitivas queda una de cada diez personas que postula. Entonces, si aplicamos ese sistema de las becas a la educación superior chilena, sólo el 10% de los alumnos tendría financiamiento durante su carrera universitaria.

Y aunque es cierto que una beca como la que tiene Kaiser no parece congruente con un sistema gratuito de educación, es sin embargo una acto evidente de acción colectiva, la expresión de una concepción de la educación como algo más que un bien económico, lo que Kaiser admite oblicuamente cuando habla de financiamiento cuando hay «utilidad social». Más aún, el tema de las becas es más bien irrelevante cuando comparamos a Chile con Alemania. La realidad de ese ese país es muy distinta. Después de un breve experimento con el cobro de matrícula en la educación de pregrado que comenzó el 2005 (previamente, la educación universitaria era gratuita), el financiamiento de la educación terciaria en Alemania está regresando a [un modelo de gratuidad](http://www.timeshighereducation.co.uk/news/unbridled-success-germanys-fee-foes-claim-victory/2003928.article «Unbridled success: Germany’s fee foes claim victory | News | Times Higher Education»).

Pero incluso en las pocas Universidades en Alemania donde aún se cobra por la Universidad, los costos son del orden de 500 euros *por semestre* (unos 330 mil pesos Chilenos). La Universidad de Heidelberg, *alma mater* de Kaiser, [cobra](http://www.uni-heidelberg.de/courses/prospective/fees/index.html «Tuition Fees») (lea y llore) 126.50 euros (85 mil pesos) por semestre. Esto, en un país con un ingreso per capita del más del doble de Chile y una distribución del ingreso enormemente más igualitaria.

La respuesta intelectualmente honesta hubiera sido decir que eligió estudiar en una Universidad pública alemana porque ese sistema le entregaría una educación de excelente calidad, y al estar en un país que reconoce el valor social y colectivo de esa educación (y si, como derecho), lo haría en forma gratuita. Pero por supuesto, esto hubiera obligado a Kaiser a enfrentar preguntas incómodas de *por qué* ese sistema público y sin fines de lucro, ha sido y continúa siendo, como sus símiles en otros países, el mejor y principal educador y motor de generación de conocimiento.

Kaiser quiere ser el campeón de un modelo neoliberal para la sociedad – y por extensión, para la educación. Pero para muchos será un niño símbolo del éxito de una educación pública y de calidad financiada por una sociedad que entiende su valor y se la entrega a todos sus ciudadanos, como un pilar fundamental para sustentar una democracia pluralista y saludable no solo en Alemania, sino alrededor del mundo. Y ese ejemplo de Alemania y de Kaiser, más que sus palabras, es lo que nos debería guiar mientras pensamos en una nuevo sistema de educación para Chile.

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